Pensar en ti se ha vuelto costumbre, escribirte mi terapia… es como sentir que la distancia no se ha vuelto tan evidente, es como creer que estás, que existes, que todo esto no ha sido un sueño.
A veces tengo miedo de que llegue un día sin mañana, una noche sin luna, una canción sin melodía, el día en que no vuelvas.
Me empapo con tus recuerdos y con lo que sé que es imposible… Imagino tus dedos bajando por mi cintura y encontrando sueños perdidos. Me inquieto con tus olores y con la imagen de tus ojos al mirarme. Pienso en tus brazos, en tu piel, en mis poros que se erizan al sentirte.
Te sueño siempre distante, tan etéreo, tan fugaz, tan impreciso… Mi cuerpo te piensa y mi alma no quiere soltarte… No hoy, no ahora.
Impaciente de tu ausencia alargo los momentos que puedo robarte como si sólo eso existiera. Exprimo el momento en que logro escucharte, leerte, tenerte, besarte…
Y al escribirte a diario siento que ahí estás, que no te has ido, que solo estás a la distancia de unas cuantas letras, de un espacio, un punto o una coma… que la ciudad es la misma, el cielo compartido, lo lejano es relativo.