Hace muy poco tiempo, una amiga me hizo un comentario en una plática superficial, y textualmente me dijo: “es que este cuate es súper exitoso”
A ésta frase siguió una lista de las “cualidades” del individuo en cuestión, dándome una maravillosa reseña de sus propiedades, autos, estudios y maestrías en el exterior que a simple vista eran para impresionar a cualquiera. La controversia comenzó cuando le pregunté de la manera más trivial y natural posible algo que me salió del alma: ¿Y… es feliz?
Hay palabras que en ocasiones usamos con tanta naturalidad, como si todos entendiéramos lo mismo, y es curioso como las palabras tienen acepciones tan distintas para cada persona. El éxito, me parece, depende mucho de quien lo mide, lo vive y lo juzgue. Seguramente para muchas personas el éxito consistirá en cumplir con metas planteadas por la sociedad en dónde los lujos, la posición o los trofeos son el punto de medición. ¡Y es válido! Al fin y al cabo, cada quien mide su éxito de la manera que mejor le parezca.
Para mí, el éxito consiste más en cumplir mis propios sueños, vencer mis miedos, y vivir mis emociones al máximo. Cuando alguien aprende a perdonar de corazón, cada vez que nos levantamos de una y otra caída aprendiendo de la experiencia, al ayudar a una persona sin esperar ni pedir nada a cambio, sólo por la satisfacción de dar, todo eso en mi opinión es éxito.
Tantas personas que ayudan al planeta y se apasionan por dar su vida por una causa en la que creen desde el alma, los que luchan todos los días por vencer malos hábitos, los que con todas sus fuerzas luchan por su familia, por amarlos, por educar niños con valores y bases honestas, los que a pesar de las malas pasadas de la vida se fortalecen y siguen adelante. ¡Esa es gente exitosa!
Al final del día, cuando nos llegue a cada uno nuestra hora de partir, cada quien podrá medir y juzgar su propio éxito en la vida, yo estoy segura que lo lograré cuando en ese momento, pueda decir: “Fui muy feliz, y contagié a los de alrededor”